Las cifras que arrojan las ecuaciones fruto del decrecimiento de la economía mundial, presionadas por la brusca caída del precio del petróleo y el ajuste de los mercados, mueven a los analistas a ensayar escenarios de quiebre, aunque algunas economías parecen blindadas (?) y no están precisamente en Asia o Europa y peor en Norte América, si no en Latinoamérica, una región tradicionalmente conflictiva en términos económicos, debido a debilidades estructurales, descontrol de los mercados o factores relacionados a políticas macroeconómicas con pesadas cargas populistas y baja inversión productiva.
SI bien el detonante ha sido el precio del petróleo, como resultado de la sobre oferta y decisiones entusiastas de inversión en los atractivos shales o el ingreso de productores “descongelados”, la situación de crisis, desde la perspectiva de los economistas es “naturalmente cíclica” pero los petroleros lo entienden de otra manera y hay que saber entender su lógica, sustentada en el capital disponible para el riesgo exploratorio y la sostenibilidad de la producción.
Los números nos muestran la holgura de un -ya pasado- escenario de bonanza y por tanto el gasto se multiplica y no precisamente en instrumentos de producción y generación de riqueza, si no que las mas de las veces es fruto de la demanda social desmembrada de la realidad y más parecida a la suerte, con apuestas que se multiplican por encima del crecimiento real de la economía, resultando en híbridos peligrosos que pueden ver seriamente dañado el aparato productivo privado, corriendo el riesgo de convertirse en un modelo que, bajo el gerenciamiento estatal, pierda su esencia y derive en el caos económico, como ya lo estamos viendo en Venezuela, dónde se ha perdido el rumbo.
Bolivia ha hecho medianamente bien las cosas, sobre todo fortaleciendo la economía, pero no estamos blindados, ni mucho menos.
Lo racional es entender que nuestra bonanza pasó y debemos enfrentar una realidad de quiebre, que ya es inevitable y eso no es más que leer correctamente las señales.
Es momento de enfrentar un par de años bastante menos fáciles que los previos, pero apelamos a la capacidad de reacción, sobre la base de lo avanzado. Deberá primar la cordura, mientras nos ajustamos los cinturones.