Cushing, una pequeña ciudad con menos de 10.000 habitantes es uno de los puntos más protegidos de Estados Unidos. La razón es que en esta localidad se encuentra el mayor almacén privado de petróleo de todo el país, y cualquier ataque a sus instalaciones podría enviar ondas de choque a toda la cadena productiva.

Ahora, las autoridades de la primera potencia del planeta han reconocido que quizá una de las peores amenazas para este gigantesco barril de crudo esté debajo de la tierra y sea consecuencia, irónicamente, de la extracción acelerada de petróleo mediante el fracking.

La tierra se ha rebelado, y una serie de terremotos ha golpeado en los últimos meses la zona donde se encuentra Cushing.

Según el prestigioso Servicio Geológico de Estados Unidos, solo en el último mes se han registrado más de 12 sismos de magnitud 3,0 o superior en la escala Richter.

Uno de ellos, ocurrido el 10 de octubre y que superó la magnitud de 4,5 ocurrió a menos de cinco kilómetros de la gigantesca instalación, por la que pasan buena parte de las arterias del mineral líquido de toda la nación, como puede verse en este esquema:

Los geólogos apuntan al fracking como principal responsable de este fenómeno, que es relativamente nuevo y que se ha ligado directamente con la actividad de extracción de petróleo mediante la técnica de fractura hidráulica.

Con una geología mucho más simple que la de otros estados de la Unión, Oklahoma registraba en 2008 entre uno y dos terremotos de magnitud superior a 3. Ahora, con más de 1.000 sismos, va camino de superar a California (donde se sitúa, como es sabido, la temible falla de San Andrés).

Los geólogos no tienen dudas de que el agua contaminada que sale a la superficie junto con el ansiado crudo, y que vuelve a ser inyectada en la tierra para que se quede allí a modo de basurero y no sea necesario tratarla, es la que está causando el aumento de la actividad sismológica.

El problema, sin embargo, tiene difícil solución. En un Estado en el que uno de cada cinco puestos de trabajo depende directa o indirectamente de la industria petrolífera, cualquier medida destinada a limitar el fracking sería altamente impopular, incluso pese a los terremotos.

Aunque la opinión de los residentes podría cambiar: el pasado mes de junio el Tribunal Suprmeo de Oklahoma falló a favor de una mujer que reclamaba daños y perjuicios contra una petrolífera por las heridas causadas durante un terremoto.

Y ahora que los terremotos amenazan los grandes depósitos de Cushing, el problema local se ha convertido en una cuestión que preocupa en el mercado de materias primas.

Peligrosa inyección

John Kilduff, socio de un fondo de inversión especializado en el sector energético, pinta un panorama sombrío en caso de que un terremoto ocurra en el área de Cushing, donde afluyen decenas de oleoductos de todo el país.

“Perder sólo parte de esa infraestructura podría ser devastador durante un tiempo. Si se produjesen daños graves que impidieran que el crudo fluyese hacia donde tiene que hacerlo, podría desencadenarse una crisis energética”, explica Kilduff.

Por el momento, el regulador de Oklahoma ha adoptado medidas que implican el cierre total de todos los pozos de frácking situados a menos de 5 km, y que obligan a los que están a menos de 10 km a reducir el volumen de producción un 25%. Además, los que están en un radio de 15 km deberán a partir de ahora avisar a las autoridades cuando vayan a inyectar el agua sobrante.

eleconomista.es