Una firma de San Martín de los Andes comercializa instalaciones de energías renovables.
Mientras Dinamarca acaba de anunciar que logró cubrir todo su consumo eléctrico con energía eólica, la Argentina se encuentra muy lejos de ese objetivo. Más allá de recientes leyes y disposiciones para favorecer el desarrollo de energías renovables, el tema nunca pasó de ser un decálogo de buenas intenciones, una utopía que se desvanece al calor de las urgencias económicas del día a día.
Salvo la energía hidráulica, que aporta una porción importante al sistema eléctrico del país, la solar y la eólica quedan reducidas prácticamente a ensayos o grandes anuncios que nunca se concretan. Ya sea porque requieren grandes inversiones con largos plazos de recuperación o porque surgen alternativas como fue Loma de la Lata en su momento o Vaca Muerta en la actualidad, el sol y el viento sólo se aprovechan energéticamente en muy escasa proporción.
Un poco por inquietud personal en su época de estudiante en la Universidad del Comahue y otro tanto por haberse dedicado a la comercialización de los aerogeneradores creados por Invap Ingeniería, Gonzalo Rodríguez se fue interesando en las energías renovables hasta crear su propia empresa, GR Energía, en San Martín de los Andes.
“Me dedico a las tres principales energías renovables a baja escala, que son la hidráulica, la solar y la eólica, con venta de equipos o todo el proyecto llave en mano”, explica. Desde hace un año comercializa equipos para generación distribuida de dos marcas líderes en el mundo, como SMA y ABB, para inyección a la red, autoconsumo y generación de microrredes.
Conveniencia
Rodríguez consideró que “en sistemas aislados de la red, las renovables son muy convenientes respecto de la generación con combustibles líquidos o gas. El costo inicial es más alto pero la operación y el mantenimiento son bajos”. Puso como ejemplo una instalación solar completa para una casa rural con cuatro habitantes con los consumos habituales (heladera, televisor, lavarropas e iluminación). “Puede llegar a los 10.000 dólares con mano de obra incluida, mientras que un generador tradicional no baja de 4.000 dólares, a lo que se debe sumar el gasto de combustible mensual, acarreo y mantenimiento”, aseguró.
“En áreas rurales está probada su conveniencia económica hace tiempo, no así en zonas con red eléctrica pública. Las tarifas eléctricas son tan baratas para el consumidor final que ni siquiera se plantean tener aparatos de consumo con eficiencia energética”, comentó.
El concepto básico de la energía distribuida pasa por el cambio de rol del consumidor, que pasa a ser un “prosumidor”, es decir que produce y consume energía a la vez. En este sistema se genera una desconcentración de los centros de producción, que pasan a estar cerca de los centros de consumo, ahorrando pérdidas de energía en el transporte. Se basa en paneles solares en techos de edificios y casas particulares, aerogeneradores que complementan la energía solar y coches eléctricos.
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Por pablo lupano
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